Y veía el pasto pasar rápido, como si el vidrio astillado lo moviera. Casi una tela de araña y suciedad. El café es malo, siempre lo fue, pero tiene otro sabor en ese tren. Suena una cumbia vieja y el mozo de camisa que fue blanca me sonríe a través del humo. Me dice unas palabras y yo río entre pitadas. Cortazar mata a un infeliz con un tigre imaginario y tengo la certeza que nunca voy a escribir así.
Los charros cantan ahora como unicornios, los caballos corren a la orilla del río y el sol nace. Sonrisas borradas por el sueño y rimel apurado se acercan despacio, hablando entre murmullos sobre el ruido constante.
En una esquina a esa chica se le ve el corazón roto a través de la campera. Casi lagrimas sobre el café, mira la ventana sin ver.
Ya pasaron todos los caballos.