Era una noche de febrero, de esas frías en las que el verano juega a ser otoño. Ella se despidió de su novio. Esa noche no habría sexo, esa noche algún beso de zaguán y nada mas. Ella esperaba. Se lavo la cara y salio de nuevo. La noche seguía fría, faltaba para el amanecer. Unas horas, mas que suficiente.
Salio hacia el bar, esperaba encontrarlo. Estaba ahí, acodado a la barra como siempre. Desaliñado, la sonrisa de costado y alguna copa de mas. Sonrió al verla. Esa era su noche, pensó. Se acercaron, el humo y la gente no importaban. Nunca hablaron, simplemente la tomo por la cintura y salieron a la noche, a la calma. Caminaron pocas cuadras, el auto estaba ahí, donde ella lo había visto mas temprano. A cada paso su corazón latía más fuerte. Subió al auto, ya era un hecho. Anduvieron un rato, el hablaba y fumaban un poco. Vieron el agua, ella supo que era lo correcto.
La casa estaba lejos, afuera el frío, el campo. Comenzó a sentirse la lluvia en el techo antes de perder la ropa. Fácil besarlo, fácil equivocarse pensó. Y la noche duro. Y nunca salio el sol.
A la hora señalada todavía la lluvia golpeaba en la ventana. Ella durmió un rato, sintió su aroma e intento guardar cada uno de los detalles.
La vida los siguió cruzando. Rozaron su piel algunas veces. Algunas veces solo se miraron de lejos. Sonrisa cómplice, recuerdo vivo.
Una vida después el le dijo, tu pasabas de mi culo niña, eras de el.
Ella sonrió, nunca entendiste dijo.